A partir de este punto comenzamos a evaluar cómo los grandes cambios vitales nos empujan a reconocernos a nosotras mismas. No sólo una vez, sino permanentemente.
Creo que, en vez de parafrasear lo conversado anoche, es mejor citar algunas frases textuales referidas a cuándo nos “perdemos” y cuándo nos “encontramos”.
R: “Me parece que tratamos de encontrarnos a nosotras mismas cuando salimos de la zona de confort”.
G: “Cuando no encontrás tu lugar en tu propia casa. Yo necesito tener un lugar físico en mi casa, si no lo encuentro me empiezo a desdibujar”.
M: “Necesitás marcar territorio.”
L: “Para mí toda mi casa es mi territorio”.
R: “Cuando era chica yo siempre me sentí como caída de un paracaídas, no me sentía integrante de nada en mi casa, tenía poco que ver con los demás. Mi lugar era otro, afuera de mi casa.”
T: “Es que cuando éramos chicas y planteábamos nuestras ideas, algo diferente, nuestros padres nos decían: ´Esta es mi casa´.”
T: “Para mí, encontrarme a mí misma es estar conforme con lo que soy y lo que hago. Lo importante es hacer lo que quiero hacer.”
S: “Sí, más allá de la mirada del otro lo que importa es lo interno. Cómo nos sentimos nosotras.”
A: “Y qué hacer cuando una se encuentra y no se gusta?.”
K: “Yo me encontré a mí misma tiempo antes de mi divorcio. Me casé joven y me dejé moldear por mi marido. Ese era mi espacio. Pero cuando me encontré, encontré a una mujer más fuerte de lo que era, más capaz. Saqué fuerza, conocimiento.”
E: “Yo también, cuando empecé a encontrarme me separé.”