Si bien nuestro cuerpo físico es algo concreto y objetivo, la imagen que tenemos de él, nuestro esquema corporal es subjetivo. Es una construcción que incluye cómo actúo, pienso, siento y percibo mi cuerpo. Esta imagen está determinada socialmente, pues desde que nacemos somos influenciados por el entorno. En reuniones anteriores habíamos hablado acerca de los mandatos familiares y su influencia sobre nuestra conducta, nuestra personalidad y nuestros ideales. Estos mandatos y modelos familiares también inciden en nuestro esquema corporal.
Si bien uno es una unidad y la imagen que tenemos de nuestro cuerpo es la misma, ésta puede variar a lo largo de nuestra vida, pues ciertos sucesos pueden dejar una marca: el embarazo y el parto, un accidente, una larga enfermedad, una cirugía (por causas médicas o estéticas).
Respecto al paso del tiempo y el envejecimiento, planteamos que el modo en que éste se manifiesta se debe a la interacción de muchos factores a lo largo de la vida: la herencia, la alimentación, el ejercicio, el entorno, las enfermedades previas, etc. A diferencia de los cambios de la adolescencia, que son predecibles, no hay una manera de predecir con exactitud cómo envejecerá uno. Inevitablemente todas envejecemos, pero el estilo de vida de cada una (stress, relaciones afectivas, exigencias laborales) acelera o hace más lento este proceso.
Las primeras ideas que surgieron fueron en torno a nuestra imagen en el espejo (y en fotos): “Lo que veo no es lo que quiero ver. Me gustaría ver lo que veía hace 10 años. Interiormente me siento la misma persona, y me pregunto cómo es que se me pasó el tiempo de modo de que lo que yo veo no es lo que siento interiormente”.
Planteamos que los cambios hormonales determinan drásticamente los cambios en nuestro cuerpo: “En mi caso la menopausia marcó un antes y un después”.
Y esto afecta la imagen y la seguridad que teníamos tiempo atrás: “Estaba acostumbrada a que los hombres me miraran, pero ahora parezco transparente”. “Una se siente menos segura y eso se transmite y el otro no se acerca”. “Nuestra conducta afecta la conducta de los otros.”
Acordamos que la solución no es negar los cambios, sino tener conciencia de ellos y aceptarlos:
“Percibir que estoy viva aquí y ahora”. “Se trata de preguntarnos qué esperamos de nuestro cuerpo de ahora en adelante”. “Hay cosas que no me gustan, pero también es una cuestión de actitud: ser una bolsa de papas o enfrentar la nueva situación con los recursos que tengo”. “Yo quiero que la cáscara me acompañe; que mi cuerpo se asemeje a mi mente”.
Todas llegamos a las mismas conclusiones:
Cuando el paso de los años comienza a notarse en nuestro cuerpo sentimos un dolor intenso, “un golpe al narcisismo”. Pero poco a poco nos vamos acostumbrando a estos cambios y decidimos disfrutar de lo que sí tenemos.