Al iniciar la charla di algunas nociones básicas sobre mito, mandato y secreto en la dinámica familiar, y a partir de ahí muchas de nosotras graficamos, con ejemplos personales, estos conceptos teóricos.
Partimos de la base de no haber sido traídas por una cigüeña, ni haber nacido dentro de un repollo. A todas nos quedó claro que provenimos de una familia que, además de cuidados y amor, nos transmitió un sistema de creencias a través del cual vemos el mundo que nos rodea, comprendemos nuestro pasado y podemos hacer planes para el futuro.
De generación en generación las familias transmiten valores culturales, religiosos y morales. También se transmite un tipo particular de idea que denominaremos “mito”. Los mitos son ciertas creencias respecto de los roles que desempeñan los distintos miembros de una familia y el modo en que éstos se relacionan. General mente los mitos no son explicitados, ni cuestionados. No se reflexiona acerca de ellos. Se aceptan como la realidad misma y forman parte de la imagen interna que la familia tiene de sí: “Los García somos así”.
En distintas familias existen variados mitos, algunos cambian y evolucionan con el tiempo, de modo que no son disfuncionales. Además hay familias que tienen mayor conciencia de estos mitos y pueden hablar y trabajar sobre ellos. La funcionalidad de un mito depende del grado en que éste contribuye al desarrollo de los miembros de la familia.
Las familias también transmiten “mandatos”. Estos mandatos son exactamente eso: órdenes verbales o gestuales (a veces explícitas y a veces no muy claras) que condicionan la conducta y la vida de un hijo. Un ejemplo de mandato explícito es la exigencia de un padre farmacéutico de que su primogénito continúe con el negocio. Si la vocación del hijo son las Bellas Artes, deberá resignarla para obedecer el mandato paterno. Un ejemplo de mandato no expresado abiertamente es: “No seas un niño”, generado por padres que no quieren hacerse cargo de la responsabilidad que implica la crianza de tener un hijo y les resulta intolerable los reclamos y necesidades propios del pequeño.
En casi todas las familias hay uno o más secretos que se mantienen y se transmiten de una generación a otra. Una situación traumática pasada se transforma en un secreto que se sostiene porque existen, en torno a él, sentimientos de vergüenza, culpa, miedo, e incluso tristeza. Estos secretos pueden ser un hijo ilegítimo, una muerte violenta, diferencias religiosas, orígenes humildes, adicciones, abuso sexual, etc.
Los niños de una familia en la que hay un secreto, perciben lo “no dicho” (puede ser tanto un suceso como una persona) como un fantasma. Es “algo” que se percibe pero que no se puede representar verbalmente. Es acá cuando surge el síntoma como denuncia. Por ejemplo, es muy habitual que ciertos niños desarrollen síntomas como problemas de aprendizaje pues tienen prohibido saber, conocer, aprender.
Una vez más quiero recordar la importancia de “ponerle palabras a las cosas”. Si estos mitos son conversados, si estos mandatos son cuestionados, si se puede hablar y nominar a estos fantasmas sin nombre, podremos elaborar y entender viejos conflictos familiares heredados.
Tanto nuestros padres, abuelos y bisabuelos, como nosotros mismos como progenitores, hemos incurrido en estas situaciones, no por desearles el mal a nuestros hijos, sino porque muchas veces no somos conscientes de ello. Es evidente que como padres tratamos de hacer todo lo que está a nuestro alcance para criar hijos sanos y felices, pero a veces algunos “fantasmitas” nos traicionan.