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Adicciones. Carina Baron

7/29/2013

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El tema de anoche fue “Adicciones” y, para ponernos de acuerdo con determinados conceptos y a partir de allí poder discutir, yo di unas breves definiciones.

El adicto es aquel sujeto que depende de una sustancia o de un vínculo con una persona o situación determinada. Esta dependencia le da placer… pero a costa de un precio muy alto.

Las drogas son sustancias que actúan sobre el sistema nervioso central y provocan trastornos en la conciencia, en la conducta, en la percepción y en el estado de ánimo de una persona.

Una vez que un profesional de la salud sabe que un paciente consume una determinada sustancia, existen varios criterios que le permitirán diagnosticarlo:

-       Tolerancia: el sujeto necesitará ingerir cada vez más de esa sustancia para obtener el efecto deseado.

-        Abstinencia: cuando interrumpe la ingesta aparecerán síntomas físicos o mentales. Cada sustancia tiene su síndrome de abstinencia específico.

-       El sujeto desea infructuosamente controlar o interrumpir el consumo.

-       Utiliza mucho tiempo para conseguir la droga, consumirla y recuperarse de sus efectos.

-       Esto último lleva a la reducción de actividades sociales, laborales o recreativas.

-       El sujeto continúa consumiendo a pesar de ser consciente del daño que se infringe.

Si sustituimos las palabras “sustancia” o “droga” por las palabras “conducta” o “relación interpersonal”, nos daremos cuenta de que estos mismos criterios nos servirán para diagnosticar una relación afectiva adictiva, un vínculo tóxico.

Distintas participantes del grupo plantearon otro tipo de adicciones, algunas de las cuales son el resultado de nuestra sociedad cada vez más tecnológica y consumista: adicción a la televisión, al juego, al sexo, al trabajo, a las compras, al ejercicio físico, a la computadora, a internet y a los videojuegos.

Una de las participantes afirmó que se considera adicto a aquel que consume sustancias socialmente prohibidas, y dio un ejemplo: durante muchos años ella fue “adicta al chocolate” y nadie se preocupó por ello. Relató que bastaba saber que en su casa no había chocolate como para salir a la calle a comprarlo, aunque fuera medianoche. Planteó que lo que importa es la “estructura de la dependencia” y no el tipo de sustancia que se consuma.

Otra participante hizo el mismo comentario con respecto al cigarrillo, lo que llevó a la primera a ilustrar la idea con una frase de su marido, ex fumador: “Soy un fumador que no fuma”. Esta estructura de base del adicto es lo que en los grupos de autoayuda toman en cuenta cuando dicen que el adicto no está curado, sino recuperado.

M. comentó que su marido fuma desde los 12 años y que ella ha observado que el que fuma tiene ciertos movimientos que se repiten miles y miles de veces (la mano al bolsillo, al encendedor, a la boca, etc.), ritos que al dejar de fumar se perderían.

L. dijo que hay adicciones en las que el adicto afecta al otro (cigarrillo: humo, mal olor) y otras en las que no perjudica a otro sino solo a sí mismo (inyección de alucinógenos, alcohol). Karina le contestó que no es así, que el que toma o el que se inyecta también afecta al que vive con él: lo afecta psicológicamente.

Hablamos de lo difícil que es rescatar a alguien de una adicción y M.E. opinó que hasta que el adicto no quiera cambiar, no cambia. Todas estuvimos de acuerdo.

También hablamos sobre las relaciones adictivas, que son aquellas en las que la persona se diluye en la otra perdiendo su identidad, sus proyectos, sus principios. Confunden amor con dependencia. En realidad en estas relaciones los dos dependen uno del otro y solamente si uno de ellos entra en crisis, y se cuestiona el tipo de vínculo, podrá modificar la relación. Estas relaciones adictivas se dan en las parejas, en la relación madre e hija, entre amigas, etc.

Al final del encuentro trabajamos sobre la figura del codependiente, que es la persona que vive con el adicto y que padece de una intensa dependencia emocional hacia él. No puede ponerle límites y por lo tanto favorece el proceso adictivo. Lo sobreprotege, justifica el consumo, niega ciertas conductas patológicas y frecuentemente  lo acompaña en el consumo.

Si no se modifica la conducta del codependiente no se puede ayudar al adicto. Es por ello que es necesaria la terapia familiar. La terapia individual sola no sirve. Hay que modificar el sistema familiar tóxico que tiene al adicto como emergente.

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    Carina Baron

    En este espacio describo brevemente los temas que conversamos en cada encuentro. 

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