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La sexualidad. Carina Baron

6/29/2015

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Como el tema es tan vasto y se puede pensar desde múltiples ángulos, propuse algunos y los fuimos trabajando. A continuación transcribo algunos comentarios.

¿Cuánto dura el deseo sexual? Pensamos que no hay límite de edad y que depende de cada persona, de su historia, de su cultura, de su salud mental y física, etc., etc. Acordamos que una relación sexual no implica necesariamente una penetración, sino que se trata del vínculo que se establece con el otro, de la “simbiosis del cuerpo y del alma al estar juntos”, dijo una de nosotras.

Hablamos de la educación sexual que como madres hemos dado a nuestros hijos y la comparamos con los mandatos culturales y familiares que recibimos nosotras como hijas: “Que no te toque porque te falta el respeto”, “El hombre tiene más deseo que la mujer”, “Debes llegar virgen al matrimonio”, “Nuestros padres no nos dieron educación sexual”, “Mi madre fue una castradora”, “Estaba prohibido masturbarse”, “Las mujeres tenemos derecho al placer, antes el sexo era solo para procrear”, “La aparición de los anticonceptivos nos dio la posibilidad de elegir”, etc.

Comentamos un artículo sobre sexualidad en los geriátricos. Y entendimos que no es que los residentes no tengan interés por el sexo, sino que la resistencia y desconocimiento del tema viene de aquellos que están a cargo de la institución.

Y hablando de desconocimiento, conversamos acerca del descubrimiento de otra América en el año 1570, la del anatomista Mateo Colón: el clítoris.

Religión y sexualidad Casi todas estuvimos de acuerdo en que, de un modo o de otro, todas las religiones reprimen el placer. “La religión te pone una regla y te castiga si no la cumplís”.

Sexualidad y dinero Más allá de la prostitución propiamente dicha, consideramos que hay muchas mujeres casadas que sostienen un “amor mercenario”. Una de nosotras planteó acertadamente que “el matrimonio por amor es algo muy reciente” 

Continuaremos con este tema el mes próximo.
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La pereza. Carina Baron

5/25/2015

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Este lunes conversamos sobre La pereza, el último pecado capital que nos quedaba por charlar.

Primero leímos qué entiende por “pereza” la Real Academia Española de la Lengua: “Negligencia, tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados. Flojedad, descuido o tardanza en las acciones o movimientos.”

Después dimos nuestras propias definiciones y notamos que había una variedad de perezosos: desde “un vago al que nada lo motiva”, “el inmaduro que no toma responsabilidades” hasta el que tiene una “pereza organizada”, que sería aquella persona que primero cumple con sus obligaciones y después se relaja y disfruta del doce far niente.

Se planteó cómo nuestra sociedad exige, tanto a los adultos como a los niños, a ser productivos, a “estar en movimiento constante”. Y por lo tanto critica el ocio y lo confunde con la pereza.

Recordamos que en los encuentros anteriores dijimos que algunas conductas vistas como pecados para la religión, se consideran patologías en psicología. Esto ocurre con algunos perezosos, que a los ojos de un psicoterapeuta son personas que padecen depresión: no es activo porque no quiere, sino porque no puede.

A partir de aquí propusimos y desarrollamos diversos motivos que llevan a la “pereza”: patologías orgánicas, mala alimentación, autoestima baja, miedo al fracaso, perfeccionismo, modelos y mandatos familiares, “etiquetas familiares”, sobreprotección en la infancia, etc. Habría que evaluar individual y profundamente qué lleva a una persona a ser perezosa y por otro lado qué siente siéndolo. Puesto que algunas tal vez no sientan nada, otras pueden sentir angustia, culpa o temor a la estigmatización.

Vinculamos la pereza con la procastinación (que consiste en aplazar el cumplimiento de una actividad y en su lugar realizar otra que pueda ser más placentera o sencilla.).

Nos resultó importante resaltar que cualquier conducta debe ser considerada patológica solo si dificulta el buen desenvolvimiento cotidiano de la persona. 

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La avaricia. Carina Baron

4/27/2015

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Conversamos sobre “La avaricia” y la definimos como un deseo excesivo de atesorar riqueza. Riqueza que, según acordamos, no solamente sería material. Hay quienes no comparten su tiempo o  sus afectos.

Dimos ejemplos de avaros que, teniendo mucho dinero, no lo quieren gastar ni en otros ni en ellos mismos. Son sujetos que viven miserablemente, aunque podrían vivir espléndidamente.

Nos preguntamos por qué alguien puede disfrutar almacenando dinero en lugar de gastarlo. Y surgieron dos respuestas: 1) “hay distintos modos de disfrutar, y algunos disfrutan sabiendo que tienen el dinero guardado”. 2) “para algunos el dinero es un medio y para otros es un fin”.

El cuidar en exceso el dinero que se tiene nos llevó a recordar el manejo que tenían de él nuestros padres y abuelos inmigrantes. La experiencia de la pobreza, y en muchos casos el haber padecido las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, los llevó a ser cuidadosos con los bienes materiales y nos lo transmitieron a nosotras.

Planteamos el temor a la pobreza como motivo de este “acaparar” del avaro. Esto nos llevó a pensar que hay avaros que han sido muy pobres, pero también los hay nacidos en familias muy adineradas.

Son múltiples las causas que hacen que alguien sea avaro: la crianza y mandatos familiares, motivos personales, circunstancias sociales externas.

Coincidimos en que el avaro es un sujeto poco solidario: no piensa en el otro, ni se pone en el lugar del otro.

Comparamos la avaricia con otros pecados y nos pareció interesante la semejanza con la gula y la lujuria, en el sentido de lo desmedido. El dinero, el alimento o el sexo no son malos en sí. Lo malo es que en estos sujetos parecería que nada es suficiente. Como vimos en “la gula”: no tienen sensación de saciedad. También comparamos al avaro con el soberbio: ambos se sienten frágiles, vacíos e intentan suplir esta carencia con bienes materiales o poder.

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La soberbia. Carina Baron

3/30/2015

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El soberbio es aquel que se considera superior a los demás. Cree que se lo debe tratar de un modo preferencial y a su vez él desvaloriza y descalifica a los otros.

Es muy competitivo. Por lo tanto, si se enfrenta con alguien capaz lo quiere destruir porque no tolera la rivalidad.

Es controlador. Quiere que todo se haga como a él le parece y no acepta opiniones diferentes. Por lo tanto se rodean de personas sumisas que lo admiran.

¿Por qué alguien es soberbio?

-Tal vez porque lo criaron haciéndole creer que era maravilloso y único.

-O justamente lo contrario: porque se cree poca cosa trata de demostrar que es superior.

En la reunión nos preguntamos cómo lidiar con una persona soberbia y las respuestas fueron dos:

-Si el soberbio es un conocido, alguien del que podemos prescindir, lo mejor es darse vuelta, darle la espalda y no tener ningún contacto con él. No vale la pena.

-Pero si el soberbio es un jefe, un compañero de trabajo, un cliente o un familiar, y por lo tanto no podemos negar su presencia, vamos a necesitar algunos tips para convivir con ellos. Acá van los que comentamos:

a) Debemos tener en claro que la soberbia es una debilidad del otro. Por lo tanto no lo podemos considerar superior, más inteligente o “una autoridad”.  Si lo vemos como un ser débil no vamos a creer lo que nos diga.

b) Valorizar nuestras características positivas, que son las que nos hacen fuertes.

c) No tratar de agradar al soberbio. Si el soberbio es un jefe o un compañero de trabajo hay que poder marcar los límites de un modo amable pero muy firme. No caer en la sumisión.

d) A veces, al estar en contacto con un soberbio se corre el riesgo de entrar en el “jueguito” de la competencia.  Si uno habitualmente no es competitivo tiene que estar atento a no rivalizar con el soberbio y seguir siendo auténtico.

Leimos frases muy gráficas, aca van dos:

“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder” José de San Martín (1788-1850)

“La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”. San Agustín (354-430)

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La gula. Carina Baron

2/23/2015

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La gula, otro de los siete pecados capitales, es el deseo desenfrenado de comer.

En psicología hablamos de bulimia (hambre de buey) para nombrar la conducta por la cual una persona come sin poder parar. No tiene sensación de saciedad.

En el grupo nos preguntamos por qué una persona se tiene que llenar tanto… ¿Se sentirá vacía? ¿Vacía de qué? Puede ser de afecto, de proyectos, de subjetividad, de sensaciones.

Es evidente que como el vacío no es de comida, esta persona seguirá comiendo porque nunca saciará “su hambre”.

La persona que come sin freno se está dañando y lo sabe. Pero no puede parar.

En el grupo surgieron varias respuestas a la pregunta “¿por qué come desenfrenadamente una persona? Estas fueron:

-muchas personas comen cuando están angustiadas porque comer produce satisfacción, pero ¿después qué?

-comen porque están deprimidos

-algunos tapan otras cosas

-se tiene una sensación de plenitud frente a la frustración

-la gordura para algunos es sinónimo de riqueza y para otros sinónimo de salud y bienestar.

Conversamos sobre los trastornos de la alimentación en la adolescencia. Comer mucho (en la obesidad) o no comer (en la anorexia) son dos modos de borrar el nuevo cuerpo adulto y atractivo (y por lo tanto conflictivo) del joven o de la joven.

Si bien hay ciertas patologías genéticas en las que no existe sensación de saciedad y el sujeto engorda porque come desenfrenadamente, en la mayoría de los casos, las causas de este modo de comer son psicológicas. Y, como hemos hablado tantas veces, la familia juega un papel fundamental.

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La envidia. Carina Baron

1/26/2015

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En el mes de enero conversamos sobre “La envidia”. Dijimos que es un sentimiento que aparece cuando se desea algo que el otro es (joven, inteligente, simpático, etc, etc.) o tiene (dinero, éxito, elevado estatus social, por ejemplo).

En el grupo se habló de una envidia negativa, patológica, que lleva al envidioso a quedar paralizado o incluso a tener conductas violentas en contra del envidiado. Siente que se está cometiendo una njusticia: “por qué el otro sí y yo no”.  El envidioso compite con “el que tiene”, siente que la “superioridad” del otro lo disminuye.

Para algunas mujeres del grupo habría una envidia sana, que es la que se siente cuando se admira a otro. Esta envidia positiva sería la que nos impulsaría a querer lograr lo mismo que logró esa persona.

Pero otras mujeres del grupo dijeron que la envidia siempre es negativa y que implica el odio hacia el envidiado. Plantearon que consideran que es admiración (y no envidia sana) el sentimiento positivo hacia alguien que posee algo valioso. Algunas frases que se dijeron:

“La envidia es uno de los sentimientos más bajos.”

“Es un sentimiento mucho más generalizado de lo que queremos creer.”

“El envidioso es una persona que se autoconsume”.“La envidia es destructiva”.

“El que envidia sufre.” “El envidiado también sufre porque el envidioso tiene cierto poder”.

Pensamos que hay sujetos con una estructura de personalidad envidiosa, probablemente porque tienen la estima baja y no se sienten satisfechos con sus vidas. Sujetos que ven el mundo a través de un cristal envidioso y que tal vez nunca cambien. Y por otro lado hay personas normales que pueden sentir envidia en alguna circunstancia determinada.

Acordamos que la familia tiene un papel importante, pues: “la envidia se inculca, se enseña”.

Hay padres que etiquetan a uno de sus hijos como, por ejemplo, “el inteligente”, de modo que los otros hijos crecerán con ese modelo inalcanzable y envidiado.

Se habló de la migración y algunas comentaron que los familiares y amigos que han quedado en los países de origen envidian a los que emigraron. También se señaló que los que emigraron envidian a los que quedaron lejos pues están juntos y rodeados de afectos.



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La lujuria. Carina Baron

12/29/2014

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En la reunión de fin de año conversamos sobre “La lujuria”.

La religión católica considera a la lujuria uno de los siete pecados capitales y lo define como un deseo sexual descontrolado. Admite el sexo solo dentro del matrimonio y únicamente para la reproducción.

En psicología no se utiliza el término lujuria, y en su lugar se habla de hipersexualidad o de adicción al sexo. En la reunión leímos los criterios diagnósticos del DSM V, y aprendimos que la hipersexualidad es un deseo sexual incontrolable, exagerado, que lleva a la persona a actuar sin evaluar las consecuencias. No tiene otro interés o satisfacción que no sea el deseo sexual, y su vida cotidiana (trabajo, familia, amistades) se ve modificada por estas conductas que todo lo invaden.

Por supuesto que no hay que confundir este tipo de conductas con las de personas normales con intensos deseos sexuales que pueden disfrutar de su cuerpo, del placer y la pasión.

Antiguamente los fenómenos naturales no tenían explicación científica (debido a la inexistencia de las ciencias) y se “explicaban” desde la religión.

El ser humano, en tanto miembro del reino animal, está determinado por leyes naturales y éstas se manifiestan en su cuerpo y su conducta. Como ocurre en otros animales, la excitación sexual se utiliza con fines reproductivos y sociales. Además se agrega el goce propio y del otro. Estas leyes naturales, hoy en día, son estudiadas por la medicina, la biología, la química, la psicología y la antropología. En el encuentro citamos algunos ejemplos de científicos en estos campos. Sigmund Freud (comienzos del siglo XX) en psicología; Kinsey (1938-1952) y su informe sociológico sobre comportamiento sexual y Masters y Johnson y su investigación sobre los procesos biológicos de la sexualidad compilados en “La respuesta sexual humana” (años ´60).

Es interesante ver cómo socialmente, y gracias a estos avances científicos, se modificó la concepción que se tenía del sexo. Hasta no hace muchos años se consideraban prohibidas todas las actividades sexuales que se daban fuera del matrimonio. Incluso dentro del matrimonio había límites en cuanto a ciertas conductas.

Todas acordamos que hoy en día hay más libertad sexual. Las que fueron a escuelas religiosas comentaron acerca de la represión que padecieron, donde no había ningún tipo de permiso ni siquiera para hablar de temas sexuales. Una de nosotras agregó que hay diferencias regionales: “Son más activos sexualmente en el trópico”. Esto nos llevó a intercambiar ideas acerca de las diferencias culturales respecto a la sexualidad.

Hablamos sobre el sexo y los jóvenes, y notamos que muchos confunden libertad sexual con cierta falta de límites, de cuidado. Creen que evitar un embarazo o no contagiarse de una enfermedad de transmisión sexual es suficiente. Y no se detienen a pensar si sus encuentros sexuales son realmente deseados, si son tomados en cuenta por el otro, si toman en cuenta al otro, si son o no provocados por substancias (alcohol o drogas) o por el grupo de amigos.

Años atrás la sociedad “prohibía” el deseo y los comportamientos sexuales, ahora parece que los estimulara y, en algunas ocasiones, empujara a los jóvenes estén o no maduros para hacerse cargo de su propia sexualidad. Los medios de comunicación usan cada vez más al sexo para atraer al consumidor.

Por supuesto que el tema tecnología se hizo presente y nos llevó a plantear otro problema: el fácil acceso a la pornografía y a la prostitución por internet.

Los cambios en las nuevas mentalidades han permitido que la sexualidad sea aceptada y disfrutada. Años atrás la sexualidad era cosa de hombres, a las mujeres no se les permitía sentir placer sexual: eso era lujuria, pecado. Si quería sentir placer era considerada una mujer fácil, una prostituta.

Años atrás el amor y la pasión sexual estaban disociados (y aún hoy en día algunas personas los separan). Al considerar al matrimonio como un espacio en el que la sexualidad se permite solo para la reproducción, la esposa era considerada asexuada: pura y reprimida. Por lo tanto el hombre buscaba fuera a la mujer sexuada que era la prostituta o la amante.

Al final del encuentro acordamos que como madres debemos transmitir a nuestras hijas el disfrute y cuidado de sus cuerpos. Enseñarles que sentir placer es muy bueno, que no está prohibido y que deben vivir su sexualidad de acuerdo a sus deseos, respetando al otro y respetándose a ellas mismas.

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Que hago con mis enojos? Carina Baron

12/1/2014

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El tema de conversación de este mes fue: ¿Qué hago con mis enojos?

Entre todas planteamos cuáles eran las situaciones que nos “disparaban” esta emoción tan intensa que es el enojo. Nos enojamos cuando nos sentimos: agredidas, ofendidas, descalificadas, desconsideradas, irrespetadas, avergonzadas, desilusionadas, tristes y/o doloridas. También nos enoja la falta de inteligencia del otro, su inoperancia y la falta de lealtad.

¿Qué hago con mis enojos? Las respuestas son múltiples, porque también son múltiples las situaciones que nos disparan el enojo. A veces es muy bueno responder automáticamente y “sacarse la bronca”, y otras veces es atinado respirar profundo, contar hasta diez y contestar con calma.

Nuevamente, entre todas, hicimos un “listado” de respuestas posibles. Ante el enojo puedo: callarme (reprimir), hablar, gritar, agredir físicamente, sonreír con indiferencia, estratégicamente postergar la respuesta para realizarla en otro momento y también puedo recurrir al humor para poner paños fríos.

En general yo recomiendo responder ante un ataque hablando con voz pausada, de modo que el contenido de lo dicho sea escuchado. Si lo decimos gritando lo arruinamos: el otro solo escucha los gritos y no el contenido lúcido. Y encima nos tilda de “loca”. No nos saboteemos.

Cuando ponemos el enojo en palabras el otro nos puede entender y juntos podremos encontrar una solución. Esto evitaría un estado de enojo permanente que denominamos rencor.

A veces el enojo enmascara otra emoción: inseguridad, frustración, miedo, celos, envidia, tristeza…

Qué pasa cuando no se le ponen palabras al enojo?

-Si no lo expresamos puede volverse hacia nosotros. Se “encarna”, se pone en el cuerpo y deriva en hipertensión, gastritis, dolores de garganta, etc. “Te envenena” dijo una de nosotras.

-El enojo no expresado también puede llevar a conductas pasivo-agresivas.

-Lo canalizamos erróneamente a través de chistes agresivos, conductas burlonas. Las personas sarcásticas son muy agresivas.

Una de nosotras dijo “Yo me callo porque tengo miedo a mi propia reacción”, y otra dijo: “Yo me callo y aguanto por comodidad”.

A veces nos enojamos con alguien porque creemos que ha hecho o dicho algo para perjudicarnos. Pero si nos detenemos a reflexionar, podemos descubrir que no es así, y que lo que el otro hizo fue por una dificultad propia, pero que indirectamente, y sin proponérselo, nos molestó.

Debemos aprender a elegir las batallas: “A medida que me hago mayor tengo más paciencia y me enojo menos”, comentó una de nosotras.

También hablamos de la importancia que los enojos tienen en la educación de los hijos. Si un niño comete una falta es importante que los padres muestren su enojo y conversen con el niño acerca de su mala conducta.

Y para finalizar, conversamos sobre los enojos familiares que, muchas veces, llevan a la incomunicación entre algunos miembros.

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Envejecimiento. Carina Baron

10/27/2014

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Llegamos al encuentro  para charlar sobre “Envejecimiento” “un tanto” movilizadas. Algunas con caras más o menos serias y otras haciendo chistes. Como siempre: cada una con su estilo.

Acordamos que el envejecimiento se da a nivel físico, psíquico y social.

El deterioro físico nos asusta (incluso algunas le tienen miedo a la palabra “envejecer”) y, si bien se planteó que hay quienes no envejecen y que el envejecimiento depende de la actitud que se tenga, es real que el cuerpo envejece y que no nos responde del mismo modo que cuando éramos jóvenes. 

No debemos confundir envejecimiento con enfermedad. Hay viejos sanos y jóvenes enfermos.

Acordamos que hay un estereotipo muy fuerte de la vejez en nuestra cultura judeo cristiana y que los modelos que tenemos de mujeres viejas no nos sirven. Nosotras somos pioneras en este nuevo modo de envejecer y tenemos que armar un nuevo modelo para las generaciones que vienen.

“Ahora somos conscientes de que hay un límite, que no somos infinitas” dijo una de nosotras.  Y otra agregó: “Soy consciente que me queda menos tiempo y el tiempo que me queda quiero optimizarlo.” Y otra dijo: “Hay que aceptar la vida como viene y como es. Hay que encontrarle el encanto a cada etapa.”

Ser conscientes de que la pérdida de la belleza de la juventud es algo inevitable, nos llevó a valorizar las áreas psicológicas y sociales que, si bien sufren cambios, tenemos sobre ellas más posibilidades de manejo y modificación.  ¿De qué manera? Manteniendo la mente ágil y haciendo aquello que no pudimos hacer de jóvenes. El tener nuevos proyectos y poner pasión en ellos es la clave.

Y por supuesto: tener un excelente sentido del humor.

Nos comparamos con los hombres. Una de nosotras señaló que muchos de ellos al jubilarse padecen de graves enfermedades tanto psicológicas (depresión) como físicas (cardiopatías).  Esto no ocurre con las mujeres pues, en general, desarrollan múltiples actividades tanto antes como después de jubilarse.

También conversamos acerca del doble estándar que hay en nuestra sociedad respecto a la aceptación del hombre y la mujer mayores. En los medios de comunicación se ve con claridad cómo en un hombre se valoriza su experiencia y en una mujer su belleza física.

Al hablar de nuevos proyectos entró en escena el “abuelazgo”.

Una de nosotras dijo: “Los nietos son una trampa monstruosa: te dan la posibilidad de ser la que fuiste con tus hijos y podés tapar agujeros. Te dan la posibilidad de sentirte más jóven.”

Surgieron comentarios de lo más variados respecto de los nietos: el placer de estar con ellos,  malcriarlos o ponerles límites, cuidarlos y dejar de lado otras actividades personales, o por el contrario: proteger nuestro tiempo personal dejando “la culpa” de lado al poder decirle a nuestros hijos que no podemos (ni tenemos ganas) de cuidar a nuestros nietos todo el tiempo.

La tecnología no quedó de lado en nuestra charla: nos adaptamos a ella y aprendemos a utilizarla a gran velocidad.

Como todas acordamos que, a medida que pasa el tiempo, nos volvemos más intolerantes con ciertas “tonterías” y que valorizamos determinadas cosas (afectos, momentos, etc.) y que cada vez más elegimos nuestras batallas, cierro este resumen con la frase que una de nosotras dijo al final de la reunión: “¡Este grupo va a lograr que todas nosotras seamos inimputables!” 

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Matriarcado y patriarcado. Carina Baron

9/2/2014

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En este último encuentro conversamos sobre matriarcado y patriarcado. Acordamos que el matriarcado es una organización social en la cual la mujer ejerce la autoridad tanto en la vida privada como pública: en la política, la moral, en la autoridad sobre sus hijos y sobre la propiedad. Y el patriarcado es aquella sociedad en la que el hombre es el que ejerce dicha autoridad.

Más allá de conversar brevemente acerca de cómo eran las familias desde la prehistoria en adelante y cómo son las familias actualmente en recónditos lugares del planeta, hicimos hincapié en nuestra sociedad occidental actual, y más específicamente en nuestras familias (las de origen y las que hemos generado nosotras).

Destacamos la violencia que existe en las familias patriarcales. Según científicos sociales, esta violencia se debería a que existe en este tipo de familias una organización jerárquica, donde predomina el pensamiento racional y la obediencia a la ley. En cambio, en las comunidades matriarcales se valorizan las relaciones afectivas y los vínculos entre iguales, por lo tanto son menos competitivas y menos violentas.

Acordamos que en la época de nuestros abuelos y padres (españoles, griegos, italianos, judíos) la autoridad estaba en manos de los hombres, “pero las mujeres aprendieron cómo meterse”. Tenemos la imagen de abuelos mandones y abuelas que, por debajo o por detrás, movían los hilos de la familia. Como dijo una de nosotras: “Qué trabajo!”.

A partir de acá conversamos bastante sobre la “manipulación”: el hacerle creer al hombre que él es el que manda, cuando en realidad la última palabra la tiene la mujer. Hubo aprobación, carcajadas y discrepancias. Estas últimas surgieron porque algunas plantearon que consideran que es mejor enfrentar las diferencias, aunque esto genere roces con el marido.

Si bien algunas consideramos que no existen en la actualidad familias matriarcales en estado puro (sino que se combina la autoridad del hombre y de la mujer) otras comentaron lo contrario: Una de nosotras planteó que la sociedad nicaragüense actual es matriarcal y dio varios ejemplos de ello. Otra recordó que: “Mi mamá era la dictadora suprema, tenía un Master en Manipulación”. Y otra más, reconociéndose la matriarca de la casa, preguntó al grupo cuáles serían las consecuencias de una familia matriarcal en la mujer, en los hijos, en el marido y, sobre todo, en la relación de la pareja.

Quedó claro que “para bailar el tango se necesitan dos” y que en toda pareja cada uno del miembros ocupa espacios que el otro deja vacíos”. Si uno manda es porque el otro obedece. Si uno hace es porque el otro es pasivo. Si uno es déspota es porque el otro es sumiso.

En el grupo surgió la idea de que habría un “matriarcado moderno”, “un matriarcado negociado, consensuado conscientemente”. Algunas “matriarcas modernas” del grupo están en crisis con su rol y otras se encuentran muy cómodas en él. 

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    Carina Baron

    En este espacio describo brevemente los temas que conversamos en cada encuentro. 

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