Dado que las reuniones se hacen en castellano, las participantes son mujeres latinoamericanas, inmigrantes, algunas de ellas con más de treinta años de residencia en los Estados Unidos.
Nosotras dos, las coordinadoras, hace diez años que llegamos a Miami con nuestras respectivas familias. En este período, que a veces nos parece poco tiempo y otras una eternidad, hemos ayudado a los nuestros a adaptarse y, además de llevar a los hijos a la escuela, ocuparnos de las tareas domésticas, aprender inglés y llorar por los rincones, estudiamos para revalidar las licencias profesionales para poder trabajar en nuestro nuevo país.
Esto que vivimos nosotras, con sus variantes personales, lo pasa toda persona que emigra. Lo hemos conversado con nuestros pacientes, en su mayoría inmigrantes latinoamericanos, y hemos observado que muchas de las consultas son a causa del proceso de migración: tristeza por haber dejado el país de origen, dificultades en la adaptación, sentimiento de soledad, problemas en la pareja o en la crianza de los hijos, entre los más frecuentes.
Si bien es cierto que las vicisitudes de la vida se transitan de acuerdo a la personalidad y a la fortaleza individual, nos dimos cuenta de que algunos pacientes, si no hubiesen dejado su país de origen, no hubieran tenido los padecimientos por los cuales consultaban.
Este hecho fue uno de los motivos más importantes que nos llevaron a querer organizar los grupos de reflexión: se necesitaba un espacio donde se pudiera hablar de aquello que, sin ser patológico, preocupaba. Un espacio donde los participantes no fueran pacientes, sino simplemente personas que desearan compartir con otras sus dudas, temores y esperanzas.
Emigrar nos hace alejarnos de nuestra familia de origen, de nuestros amigos de “toda la vida”, de nuestra ciudad y de todo lo conocido. Al llegar al nuevo país nos sentimos solos y necesitamos recrear los vínculos perdidos. Hay quienes lo logran más rápido o más fácilmente que otros.
Recuerdo que al poco tiempo de llegar a Miami, mis hijas decían que mis nuevas amigas eran sus tías en Estados Unidos. Tenían una fuerte necesidad de rearmar una familia extensa que había quedado a miles de kilómetros.
Los encuentros de Conversaciones de Salón no pretenden suplir a la familia o amigos que están lejos, simplemente ofrecemos un lugar en el que una vez por mes, nos sintamos a gusto y reflexionemos sobre nosotros.