Diferenciamos entre un miedo normal y uno patológico. El primero es aquel que se siente frente a un peligro real y que permite que la persona actúe: que huya o se defienda. El segundo se tiene ante una amenaza imaginada y el sujeto se paraliza, es incapaz de tomar decisiones. A este miedo irracional se lo denomina fobia y existen distintos tipos (social, a determinados animales, a los espacios cerrados, etc.).
Como el fóbico trata de evitar el objeto o la situación temida, esta actitud puede interferir seriamente en su vida cotidiana. Lo que en el lenguaje coloquial denominamos “vergüenza” o “timidez”, incluso “pereza” es, en realidad, fobia.
En el grupo se dieron ejemplos personales de distintos tipos de miedos. Yo insistí en lo interesante que sería conversar sobre los miedos a desarrollar proyectos, aun aquellos deseados. El miedo a hacer, donde el freno es interno: nadie nos impide actuar.
Entonces una de las participantes preguntó: “¿Miedo a qué?”. Y la respuesta de otra fue: “Miedo al fracaso”.
Varias acordaron que sentían que en ellas el miedo había aumentado con la edad: en la juventud se sentían más arriesgadas, no tenían noción de posibles peligros: “Actuaba y no pensaba”, dijo una. También se habló del miedo a las pérdidas y a no tener tiempo de revertir lo que se hizo mal. La auto exigencia fue otro factor de freno, de parálisis ante un proyecto.
Otras mujeres plantearon que con la edad se sienten menos temerosas y más libres y maduras para tomar decisiones; incluso una planteó que para ella el miedo es un desafío que la empuja a ponerse en movimiento.
Hablamos acerca de cómo se incrementan los miedos en situaciones de cambio y/o de pérdida como el divorcio, la viudez o la migración.
Una participante señaló que hay gente que teme el triunfo y esto nos llevó a trabajar un tipo particular de personas: “las que fracasan al triunfar”. Son aquellas que, después de haber obtenido un éxito, se sienten insatisfechas e incluso sabotean sus logros. Esto se debe a que inconscientemente se sienten culpables por haber superado a sus padres. Este sentimiento es interno y no obedece a ningún mandato paterno (puesto que en general los padres desean lo mejor y están orgullosos del éxito de un hijo).
El origen de los miedos “irracionales” tienen una causa racional, pero que se encuentra oculta, el sujeto no es consciente de ella. Por eso el mejor modo de resolver el miedo es descubriendo cuál es la causa reprimida. Esto se logra con distintos tipos de terapias que apuntan al motivo y no al síntoma.