Más allá de conversar brevemente acerca de cómo eran las familias desde la prehistoria en adelante y cómo son las familias actualmente en recónditos lugares del planeta, hicimos hincapié en nuestra sociedad occidental actual, y más específicamente en nuestras familias (las de origen y las que hemos generado nosotras).
Destacamos la violencia que existe en las familias patriarcales. Según científicos sociales, esta violencia se debería a que existe en este tipo de familias una organización jerárquica, donde predomina el pensamiento racional y la obediencia a la ley. En cambio, en las comunidades matriarcales se valorizan las relaciones afectivas y los vínculos entre iguales, por lo tanto son menos competitivas y menos violentas.
Acordamos que en la época de nuestros abuelos y padres (españoles, griegos, italianos, judíos) la autoridad estaba en manos de los hombres, “pero las mujeres aprendieron cómo meterse”. Tenemos la imagen de abuelos mandones y abuelas que, por debajo o por detrás, movían los hilos de la familia. Como dijo una de nosotras: “Qué trabajo!”.
A partir de acá conversamos bastante sobre la “manipulación”: el hacerle creer al hombre que él es el que manda, cuando en realidad la última palabra la tiene la mujer. Hubo aprobación, carcajadas y discrepancias. Estas últimas surgieron porque algunas plantearon que consideran que es mejor enfrentar las diferencias, aunque esto genere roces con el marido.
Si bien algunas consideramos que no existen en la actualidad familias matriarcales en estado puro (sino que se combina la autoridad del hombre y de la mujer) otras comentaron lo contrario: Una de nosotras planteó que la sociedad nicaragüense actual es matriarcal y dio varios ejemplos de ello. Otra recordó que: “Mi mamá era la dictadora suprema, tenía un Master en Manipulación”. Y otra más, reconociéndose la matriarca de la casa, preguntó al grupo cuáles serían las consecuencias de una familia matriarcal en la mujer, en los hijos, en el marido y, sobre todo, en la relación de la pareja.
Quedó claro que “para bailar el tango se necesitan dos” y que en toda pareja cada uno del miembros ocupa espacios que el otro deja vacíos”. Si uno manda es porque el otro obedece. Si uno hace es porque el otro es pasivo. Si uno es déspota es porque el otro es sumiso.
En el grupo surgió la idea de que habría un “matriarcado moderno”, “un matriarcado negociado, consensuado conscientemente”. Algunas “matriarcas modernas” del grupo están en crisis con su rol y otras se encuentran muy cómodas en él.